Mala hierba nunca muere.

Una planta de Anagallis monelli en plena floración

La primavera llegó a Tres Cantos y con ella la floración acompañada de la reproducción de multitud de insectos y aves. Las plantas herbáceas anuales dominan una parte significativa de las áreas urbanas y periurbanas de Tres Cantos, donde forman praderas en descampados, parques, rotondas, medianas, y en definitiva cualquier zona abierta sin arbolado. Estas plantas concentran su floración en los meses de primavera (abril, mayo y junio) antes de agostarse como parte de su ciclo natural, con la llegada del calor. Su productividad y floración forman parte de la base de la cadena trófica al dar sustento de a multitud de insectos de manera directa, y de manera secundaria a las aves que alimentan sus nidadas con estos insectos. Pero, al tratarse de un entorno urbano, es usual que se produzcan conflictos con las necesidades de las personas, como como invasión de aceras u obstaculización de la visión en cruces. Además, cuando llega el verano la hierba seca es un combustible que puede arder muy fácilmente en caso de incendio. Por este motivo todos los años el Ayuntamiento procede a la siega para mitigar el riesgo de incendio en verano. ¿Significa esto que hay que declararles la guerra a estas plantas a cualquier precio? Creemos que no. Pues, aparte de ser contraproducente, puede significar un empobrecimiento del ecosistema de la ciudad y una pérdida de funciones y servicios ecosistémicos.

Hace dos semanas enviamos una instancia por registro del Ayuntamiento, para incidir en que se respetara la época de floración retrasando la siega de las praderas naturales hasta que se hayan agostado. El objetivo de esto es permitir que las plantas anuales puedan ejercer su función ecológica. Aunque entendemos las siegas prematuras como necesarias por razones de seguridad vial, queremos animar al conocimiento y respeto de la flora espontánea.

Las “malas hierbas” tienen otros nombres, derivados del latín, que indican una larguísima relación con los seres humanos: plantas ruderales (de lugares bastos, de caminos y terrenos incultos), arvenses (de los campos de cultivo), que por entrar en las calles sin ser invitadas también reciben el nombre de plantas adventicias (inesperadas). Pero, aunque las tratemos de brutas e inesperadas, vamos a ver que es una concepción en algunos casos muy alejada de la realidad.

Amapola oblonga (Papaver dubium), muy parecida a la amapola roja (Papaver roheas). Se trata de una epecie ruderal, típica de cunetas y suelos removidos.

Y es que, si las comparamos con plantas mucho más valoradas y presentes en las ciudades, las plantas de jardinería, podemos comprobar que muchas de estas últimas no están adaptadas al exigente entorno urbano, lo que hace que las plantas cultivadas requieran bastantes cuidados para sobrevivir, es decir, son más caras y difíciles de mantener. Sin embargo, las plantas ruderales y arvenses son plantas que no solo soportan al ser humano y sus actividades, sino que se ven beneficiadas por el mismo medrando donde ninguna otra planta lo hace. Se encuentran perfectamente adaptadas a las condiciones que les ofrecemos al alterar el terreno con nuestras actividades, donde crecen sin mediar cuidado humano. Tanto es así que se dan dos fenómenos curiosos: su escasez o ausencia en ecosistemas donde no interviene el ser humano (como los bosques maduros) y su predominancia en ambientes humanizados, donde muchas veces son las únicas plantas silvestres a la vista. No queremos decir con esto que haya que dejar todos los espacios verdes públicos a las plantas espontáneas, sino verlas como plantas fáciles, que se instalan en nuestras ciudades y están perfectamente adaptadas a ellas; que, aunque a veces compitan por el espacio con nosotros, otras ocupan espacios que ninguna planta puede ocupar, llenando un espacio que de otra manera estaría vacío y yermo.

Como conclusión, gestionar las plantas adventicias inteligentemente, no viéndolas como simples malas hierbas, sino como un elemento más de la vegetación y del paisaje de la ciudad, puede ayudarnos dar riqueza biológica a nivel local y a aprovechar su adaptación al entorno para maximizar los servicios ambientales que ofrecen. Además, nos evitará dolores de cabeza innecesarios, pues como bien dice el refrán “mala hierba nunca muere” y pretender su control total es contraproducente, dañino y una pérdida de tiempo.

Mientras tanto, detenerse a observar estas plantas en primavera, puede ser fascinante, su diversidad de olores, colores y formas seguro que sorprenderán a más de uno. Os invitamos a ello.

Si queréis saber más de estas plantas de los “no lugares” llamados descampados, os recomendamos visitar la página Javier Grijalbo, botánico e ilustrador, y la interesante exposición virtual “Descampados” http://javiergrijalbo.blogspot.com/p/descampados.html